lunes, 16 de marzo de 2009

CAPÍTULO 1: El pub

No recuerdo demasiado bien todo aquello que pasó, durante los próximos días me había obligado a mí misma a no pensar en ello, además yo estaba en estado de shock.
Ella se había ido nada más verme entrar, y él se había quedado ahí, pálido, con una expresión de sorpresa…
No sabía ni siquiera si deseaba saber lo que ocurría.
-¿Cómo has podido hacerme esto?- no podía creerlo.
Se había quedado completamente rígido, como una estatua, abrió la boca para articular alguna palabra, pero la volvió a cerrar. La volvió a abrir, y habló como si tuviese la garganta seca, o más bien, como si hiciese días que no hubiese utilizado la voz:
-Oye, Vane, puedo explicártelo todo, yo…
-¡¿Pero qué me vas a explicar?!- estaba alterada, nerviosa, dolida. Las lágrimas me humedecían el rostro, no podía reprimirlas mas, no mientras le tuviera delante.
-Por favor, estaba borracho y…
-¡¿Y eso justifica que te acuestes con mi mejor amiga?!- empecé a jadear, me costaba respirar, estaba demasiado nerviosa, necesitaba salir, salir de allí, si no… no sabía lo que sería capaz de hacer.
Aún necesitaba asimilar la situación, y necesitaba sobretodo pensar con la cabeza fría.
-Escúchame por favor…- en sus ojos vi el dolor reflejado. Tom era un excelente actor, siempre lo había sido.
Pero esta vez no iba a conseguir engañarme.
-No quiero escucharte- intenté controlar mi voz, no sé si lo logré de veras, por lo menos, conseguía mantener un tono no tan alto como antes –esto se acabó, para siempre.
Esas palabras me apuñalaron en mi pecho, produciéndome un inquebrantable dolor.
-Vane, por favor, escúchame, necesito explicártelo- se me acercó y me agarró los brazos, sentí su aliento sobre mi rostro, noté como sus manos temblaban, como su respiración se alteraba. Cuan fácil sería escucharle, escucharle, perdonarle y volver a empezar.
Pero también estaba mi orgullo, el cual no parecía dispuesto a ceder.
-Ya no quiero estar contigo- me desprendí de sus manos, me alejé de él, para evitar cualquier tentación, la adicción a su olor y su calor aún era demasiado grande, indestructible, mi orgullo no podía luchar contra eso.
-Por favor- sus ojos se humedecieron.
Eso me dolió aún más, no pude más que agachar la cabeza y soltar un puñetazo en su dirección, creo que acerté en la nariz, y me dolió la muñeca, debido a la presión del golpe.
No dije nada más, salí corriendo.
Cerré la puerta de un portazo, y luego no sé adonde me dirigí, solo sé que corría y corría, mientras mi mente estaba muy lejos de allí.
Recuerdo el día que nos conocimos, yo tenía dieciséis años, trabajaba en una panadería de lunes a viernes por las mañanas, en verano. Siempre me había gustado ese trabajo, yo era muy sociable y me solía llevar bien con la gente. Y un día, cuando yo iba saliendo del trabajo, un chico me atracó. Ese día hacía mucho calor, posiblemente uno de los más calurosos, y era mediodía, así que no había prácticamente nadie en la calle, nadie, para ser exactos. En fin, yo estaba aterrada, no era más que una niña, y nunca antes me habían atracado.
Pero en ese momento llegó Tom, no consiguió alcanzar al ladrón, pero me acompañó a mi casa.
Después de eso, empezamos a quedar, nos hicimos amigos…

Me paré, era de noche, las lágrimas se me derramaban, las sentía como si fuesen ácido, me dolían más que mi propia pena. La garganta me quemaba, había gritado mucho delante de Tom. Llovía, hacía frío. No me fijé realmente donde estaba, así que empecé a caminar sin rumbo.
A caminar, y no a correr.
Me quería morir, sentía ansiedad. Mientras fui vagando por las calles encharcadas. De vez en cuando un coche pasaba cerca de la acera y me salpicaba todo el vestido. Mi vestido, el más elegante que tenía, me lo había puesto para darle una sorpresa a Tom, yo acababa de llegar de mis vacaciones, había pasado un mes con mi padre. Él y mi madre hacía a penas un año que se separaron.
En fin, Tom pensaba que llegaría la semana entrante, así lo había planeado yo, para darle una sorpresa. Pero la sorpresa me la había dado él a mí.

Cuando me di cuenta me encontraba dentro de un pub, no había demasiada gente, y la que había era realmente rara. El pub tenía un pequeño escenario, en el que un chico rubio cantaba, en inglés. El chico era hermoso, con unos ojos azules de aquellos en los que te puedes perder, cantaba una balada en ese momento. El camarero de la barra era un hombre mayor, pero no por ello feo, de hecho, tenía un atractivo especial, las arrugas que se le formaban alrededor de los ojos quedaban disimuladas bajo esas gafas cuadradas tan elegantes. Tenía unas notables ojeras, seguramente era un pub nocturno, vaya. Había gente bailando cerca del escenario. Chicos, chicas, hombres, mujeres… la mayoría parecían borrachos.
Me senté en la barra.
-¿Qué puedo hacer por ti, hermosura?- el camarero se me había acercado, tenía los ojos de un color extraño, el pub estaba casi a oscuras, las únicas luces que se veían eran las de los focos del escenario, de un tono rojizo, el cual no contrastaba en nada con el tono de los ojos de aquél hombre mayor que tenía delante.
-Una cerveza- no dije ni por favor, y… ¿había pedido una cerveza en serio? ¿Desde cuándo yo bebía alcohol?
Supongo que esta noche habían cambiado demasiadas cosas, y casi sin darme cuenta.
-¿Te han dado plantón, preciosa?- me preguntó el señor, con una sonrisa de oreja a oreja.
-Eso no es de su incumbencia, dedíquese a servirme- le solté de mala gana, no tenía tomado por costumbre el ser mal educada, pero esa noche no me apetecía guardar las formas.
-Claro que sí, para lo que usted quiera- el tono en el que lo dijo parecía tener un doble sentido, no entendí el por qué, ya que yo no me veía guapa en absoluto.
Me sirvió una jarra de cerveza.
Bebí un sorbo y…
¡Puaj!
Estaba asquerosa, pero traté de comportarme con normalidad, como si me gustase, el hombre aún me seguía mirando.
-Perdone… ¿no tiene nada mejor que hacer?- le insté.
-La verdad, no, no todos los días vienen damas tan hermosas a mi mediocre bar ¿sabe?- me soltó, con aquella misma tonalidad en la voz que antes, con aquél mismo matiz de…
No quería ni pensarlo.
-Pues lárguese, quiero estar sola- ese hombre me ponía enferma, me miraba de un modo muy extraño, inquietante.
-Está bien señorita, que luego digan que aquí se tratan mal a los clientes- otra vez ese tono.
Pero se dirigió hacia la otra punta de la barra, y se dedicó a mirar como cantaba el chico.
Yo, mientras, seguí bebiendo aquella asquerosa jarra en la que posaba eso que a todos los hombres les gustaba, esa bebida que ahora me daba cuenta de lo repugnante que era, tan repugnante que me permitía a mí misma mirarla con cara de asco, como si no mereciese existir, era incluso mas repugnante de lo que me sentía yo en ese momento.
Comprendí también por qué la gente solía desahogarse con aquella bebida.
Cuando me la acabé, hice señas al camarero para que viniese, él cedió y vino a mi encuentro.
-¿Si, preciosa?- me preguntó en un tono amable, o eso me pareció, creo.
¿Ya estaba borracha?
Joder, qué poco aguante.
-Otra- y le alcancé la jarra.
-No parece ser una bebedora compulsiva, no debería tentar su suerte- me dijo, en tono de sermón.
-Y tú quién te crees que eres ¿mi padre?- si, el alcohol me estaba haciendo efecto, y todo el enfado que llevaba acumulado desde hace dos años estaba saliendo a la luz, especialmente el de desde hace unas horas -¡Te he dicho que me pongas otra! ¡Soy yo quién paga!
-En ese caso, sírvase todo lo que quiera usted misma, aquí tiene el grifo- señaló lo que parecía el grifo de la cerveza.
No estaba segura.
No es que estuviese viendo doble, pero en realidad tenía la cabeza muy lejos de allí, así que probablemente pareciera que estuviera borracha, aunque no lo estaba en absoluto.
Aún.
Me serví yo misma, como me había sugerido el camarero.
Se me derramó la mitad, me hizo gracia, así que decidí que podía reírme, ¿por qué no? La vida es una mierda, pero ahora yo estaba totalmente desconectada de mi propia vida.
El camarero se unió a mis carcajadas.
-Si quieres te doy un plano, es que si no, me arruinas, chica- dijo.
Solté otra sonora carcajada.
-Eres gracioso ¿sabes?- le dije, entre risas –al principio pensé que eras un viejo verde, pero tío, me caes bien.
Y otra carcajada.
-Un viejo verde yo ¿eh?- no pareció ofendido, es mas, parece que le agradó la expresión.
Me serví otra jarra.
Y otra, no sabía cuanto tiempo llevaba en el pub, pero el viejo me había contado un par de chistes buenísimos.
Bueno, ¿un par? Creo que mas, algunos pocos, en realidad, no estoy segura.
Pero sobretodo hice sobresaltar a todos los que estaban cerca de allí con las carcajadas que me provocó el chiste más gracioso que había escuchado en mi vida.
-Van dos y se cae el del medio- me había dicho el viejo que, por cierto, no me acordaba de su nombre.
¡A no, que no me lo había dicho!
-Oye, abuelito ¿te apuntas a bailar?- le dije, supuse que le encantaría la idea, y, además, tenía el ritmo de las canciones que ahora estaba cantando el hermoso rubiales metido dentro, ahora eran más marchosas, mis pies me pedían movimiento, y todo mi cuerpo también.
Sentía la adrenalina en la venas.
-Vaya, me halaga que una dama como tu me pida de salir a bailar- dijo, parecía hablar en serio, o eso es lo que creo –pero yo ya no tengo cuerpo para esas cosas.
Me había rechazado un viejo verde.
¡Será…!
-Él quizás no, pero yo estoy disponible.
Alguien había hablado a mi espalda, la voz sonaba… ¿inquietante? Sí, esa era la palabra correcta, una voz demasiado hermosa, angelical, el susurro de un dios, eso era lo que me había parecido.
Definitivamente, si no estaba borracha, estaba loca.
Me giré para encararme al dueño de aquel sonido celestial. No sé, recuerdo borroso ese momento, creo que primero me costó mirarle, sí eso, me costaba mirarle, y me dolía, me dolía mucho.
¿He mencionado antes la belleza del cantante del bar? Bien, pues al lado del ser que tenía ante mis ojos, dicho muchacho no era más que una simple mofeta.
Entonces ya te puedes imaginar lo horripilante que me sentía en ese momento.
Era rubio, sí rubio. Yo odiaba a los tipos rubios y pijos. De hecho era lo que mas había odiado hasta hace exactamente unas horas.
Bueno, y ese odio había sido aniquilado a penas unos segundos.
Rubio, con unos ojos, no demasiado grandes, no, si no pequeños, pequeñitos y expresivos, no era difícil perderse en ellos, no, nada en absoluto. Además tenían un color extraño, a penas distinguible con la leve luz rojiza del local. Su nariz, o dios, era una nariz completamente recta, con la punta curvada de un modo muy gracioso, de un modo demasiado elegante. Sus cejas, eran las cejas más hermosas que había visto en la vida, completamente perfectas, sin ningún pelo fuera de su sitio, completamente perfectas.
A veces creo que me repito demasiado.
El cabello, en fin, parecía oro puro, oro del bueno, oro del de verdad. Lo tenía alborotado, algunos mechones sobresalían hacia un lado o hacia otro, de un modo juguetón y rebelde, pero elegante y sexy a la vez. Su frente, bueno, completamente lisa, con una curvatura picarona, provocada por la expresión de una de sus cejas, la cual había elevado un tanto hacia arriba, dándole un matiz irresistible.
Irresistible como él mismo.
Sus labios, era lo que más me gustaba de aquél rostro celestial que tenía ante mi mediocre persona, tan lisos, finos y carnosos, tan perfectos e insaciables. Luego estaba la forma de su cara, una mandíbula no demasiado cuadrada, ni demasiado alargada, ni redonda, algo indescriptible, demasiado perfecto como para poder expresarlo con cualquier palabra cutre, cualquier palabra que pueda decir una simple muchacha inculta a la belleza. La nuez se le marcaba en aquél orgásmico cuello, tan perfecto como cualquier otra parte de su perfecto cuerpo, de todo lo que yo llegaba a ver de él.
Tenía la camisa blanca desabrochada, unas leves gotas de sudor se derramaban por aquél pecho musculoso y perfecto, aquél pecho hermoso que un simple tejido hecho por unas impuras manos humanas habían creado para impedirme aquello que mis mediocres ojos no podían pero deseaban ver. Su piel parecía realmente suave, daban ganas de tocarla, y, a la vez, la impresión de que desaparecería al mínimo contacto lo suficientemente impuro, como lo era cualquier contacto que yo pudiera ofrecerle.
Era más alto que yo, cosa que no era difícil.
Hacía calor, o si, demasiado calor. Quizás era obra de todas las cervezas que me había bebido, quizás tenía que ver con los pequeños focos rojos del escenario, teoría que descarté casi al instante, ya que eran tan pequeños y mediocres que no parecían desprender calor alguno. No.
Esos sofocantes calores provenían de la criatura que tenía en frente de mí.
Creo que me sudaban las manos, si más bien no, creo que me sudaba hasta el cerebro.
-¿Y bien?- me instó la criatura.
-¿P… perd… perdón?- tartamudeé como una idiota, como lo que era, mas bien.
-¿Bailas conmigo?
¡Es verdad!
La criatura me había preguntado que si quería bailar con él, algo que se me había ocurrido soñado en cuanto clavé mis ojos en su perfecta persona, si es que era humano.
Y yo, una mediocre muchacha, y encima borracha, aquí, plantada, sin saber que decir ante una pregunta tan sencilla cuya respuesta solo podía ser una.
Pero parecía tan absurda que incluso sentí vergüenza de mí misma.
-Creo que eso es un sí- esa voz no era el sonido proveniente del cielo, o, de lo que llega a ser lo mismo, de la criatura que tenía ante mi persona.
Era la horripilante voz del estúpido viejo verde.
¿Había dicho que me caía bien? ¡Qué estupidez!
En ese momento, sentí hastío por aquél hombre que me había distraído de mi ensueño, de mi importantísima misión de contemplar hasta saciarme de aquélla maravillosa visión.
-En ese caso…- y el ángel extendió su brazo hacia mi dirección.
No pude más que imitarle de un modo torpe y sin la gracia con la que él lo había hecho.
No recuerdo haber caminado en ese momento, solo recuerdo que flotaba frente a él, en mitad del asqueroso pub demasiado impuro para nosotros. Sí, ahora yo me sentía incluso celestial, al contacto de su fría piel, me sentía como si se me hubiese pegado algo de aquella perfección.
Por muy leve que fuera.
Ahora me di cuenta de que la humedad de su pecho no era sudor, por lo visto se le había derramado alguna bebida, de un tono rojizo, aunque cualquier cosa se vería rojiza en aquél lugar.
Dimos vueltas, de un lado a otro, ya no escuchaba la música del cantante rubio, su voz me sonaba como los gemidos de un gallo en ese momento.
Tenía mucho calor, pero por alguna extraña razón la piel del ángel estaba fría, lo cual contrarrestaba la temperatura del pub.
-¿Cómo te llamas?- me preguntó.
Se dirigía a mí, aún me costaba un poco hacerme a la idea.
-Creo que mi nombre es… Vanesa- dudé, y no porque no quisiera decirle como me habían nombrado mis padres, si no porque había estado a punto de olvidarlo de verdad. De hecho, ni siquiera recordaba qué hecho paranormal me había llevado hacia el cielo, un cielo un poco rojo, pero un cielo.
-¿Crees?- se rió, de un modo musical –Estás un tanto borracha ¿no?
-¿Borracha yo?- no sabía lo que decía en ese momento, de hecho, no sabía ni si lo decía yo misma -¿Qué es eso?
Definitivamente estaba loca.
Volvió a soltar su musical risa, o carcajada, o como se diga.
-Yo me llamo Chad, y no lo creo, lo sé- me dijo.
No pude más que reírme, pero qué leches, si no había parado de reírme desde que me había terminado la primera jarra de cerveza.
-Un nombre hermoso- pero no tanto como el dueño.
-Igual que el tuyo- me decía.
No me había dado cuenta de que teníamos que estar elevando la voz un poco, para que se nos oyera.
No era consciente de eso, por tanto, no lo había hecho, sin embargo, el ángel Chad no parecía haber tenido dificultad alguna para escucharme.
-Eres un tanto extraño ¿sabes?- le dije.
¿Por qué lo hice?
-¿Extraño en qué sentido?- me preguntó, o más bien me estaba retando.
-No sé, no pareces humano, la verdad- me daba la impresión de ser un ángel. No, no me daba la impresión, lo era.
-¿Qué te hace pensar que soy humano?- seguía retándome.
-En realidad, hace rato que he descartado esa teoría, no eres humano.
-Entonces según tu teoría ¿qué soy?- el juego seguía.
-Pues no lo sé, ni siquiera soy capaz de apreciar al cien por cien tu belleza- y yo hablaba con total comodidad. ¿Tartamudeé en algún momento? Seguramente, y de hecho, creo que me mordía la lengua sin querer.
No olvidemos que estaba borracha.
-Dímelo tú- ahora era yo la que lo retaba a él.
-Vale, te diré la verdad- acercó su cara hacia mi costado, el derecho, creo, sentí un helado aliento en mi oreja, y el dulce susurro de su voz –soy un vampiro.
Odié el momento en el que separó su rostro del mío.
-Bien, vampiro, en ese caso- eché mi pelo hacia el lado izquierdo, e incliné la cabeza hacia ese mismo costado, y me acerqué a él –te cedo mi sangre.
En ese momento vi brillar un fuerte matiz de satisfacción y adicción en sus ojos. Yo le gustaba de verdad, y deseaba que me hiciera suya, suya para siempre.
Acercó sus labios a mi cuello, y lo rozó suavemente con la lengua, saboreando mi piel, mi hedor.
-Eres insaciable- susurró no a mi, si no a mi garganta.
-¿Y no quieres probar hasta qué punto puedo saciar tu sed?- le dije tan seductoramente como pude, tan torpe como siempre. Pero pareció ser suficiente para él, que estaba realmente excitado.
Y yo no era menos.
Todo aquello había conseguido hacerme olvidar a Tom y a los motivos que me habían llevado hasta ese pub nocturno. Y no volví a recordarlo en toda la noche. De hecho, ya no volví a tener nunca más un recuerdo, por lo menos, no como humana.

Continuará...

PD: Podéis comentar aun que no tengais cuenta en blogger o en google.

5 comentarios:

  1. Estoy deseando leer mas de esta historia...

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  2. ¡Hola!!

    Está chulísimo!! Espero impaciente la segunda parte...

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  3. COMENTARIO DE:
    d1360-knight
    ¡Hola Jonathan y Silvia!

    Pues me pareció que es una historia que tiene un peculiar interés, más sin embargo, tiene algunos detalles que no debrian dejar pasar.
    Se que voy a sonar algo criticador pero lo tengo que decir:
    No dudo que no le haigan puesto ganas y corazón al escribir la historia, pero suena algo clásica y monótona; deberían impregnarle un poco más de autenticidad y un sello personal en la forma de escribir, ya que me he dado cuenta que en ciertas frases tienden a copiar el estilo de otros autores, sobresaliendo una autora en particular (creo que saben a quien me refiero S.M.).
    También le faltó algo de profundidad en cuanto a la introducción se refiere; quizás podrían haberle escrito un poco más en las reacciones de vanesa, ya que se supone que es la protagonista y como tal deben darle más alce para cautivar a sus lectores.
    En general, me pareció buena la historia; les deceo suerte con este proyecto y nada, a hecharle ganas para salir adelante.
    Seguiré al pendiente de tu historia y espero no se haigan molestado por mis comentarios.
    P.D. No le he econtrado mucha relación a la historia con el trailer que publicastes.

    ¡FELICIDADES!

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  4. hola!
    la verdad no sabia q existia este blog
    esta padre
    pero su historia me parece un poco familiar con la saga muy famosa en estos momentos
    creo q deben ponerle su estilo
    muchas cosas se me hacen similares
    y eso no la hace muy buena
    por que en el rato q estuve leyando esta primera parte aparecian en mimente varios capitulos de la saga q les mencione
    espero lo mejore
    les deceo suerte

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