sábado, 28 de marzo de 2009

CAPÍTULO 2: Marcada para siempre

Abrí los ojos, yo estaba tendida, sola, sobre un suelo frío. Me dolía la cabeza, no sabía si podría moverme, así que me dediqué a quedarme tal y como me había despertado. Había soñado algo realmente extraño… fugaces haces de luz roja merodeaban por mi mente, iban y venían, una y otra vez…. ¿qué era aquello? No recordaba nada del sueño. Intenté mover primero los dedos, me sorprendió la facilidad con la que habían respondido a la petición de mi cerebro. Lo intenté con el brazo entero, traté de levantarlo, lo logré, así que decidí ponerme en pie, así lo hice. Sentía los músculos agarrotados, y, al empezar a caminar, me dolieron todos. Pero no me importó. Aún no era de día, así que me costaba un poco vislumbrar mí alrededor, la luz de las farolas era tan leve que no conseguían satisfacer en absoluto mis deseos visuales. Además, sentía la cabeza distante, muy lejos de allí. Perdida en algún lugar más interesante, o quizás no tanto, no lo sabía exactamente, no sabía ni siquiera lo que quería en ese momento, solo que estaba caminando, sin rumbo, con la mente aparentemente en blanco y perdida. Tenía frío, mucho frío, sentía los pies helados y no sabía por qué. Me dolía todo el cuerpo, me costaba caminar. Era extraño sentirse así. Ya no tenía la mente en blanco, o por lo menos, no tanto como la había tenido hace un momento.
Ahora estaba recordando mi sueño.
Un chico, hermoso. Yo, en un pub, borracha… y nada más, no sabía qué había pasado, ¿se me había acercado el chico? ¿Lo había hecho yo?
Pero… ¿cómo podía yo estar pensando en un chico, aunque fuese de mi sueño, cuando tenía novio?
En ese momento sentí como si me estrujasen el corazón. Un dolor demasiado inquietante, ¿por qué? Ese sentimiento había aparecido en cuanto había pensado en Tom…
Y de nuevo ese dolor punzante y seco.
¿Qué pasaba? Algo se me estaba escapando.
Cuando quise darme cuenta, ya estaba en frente del edificio donde vivía mi madre, llamando a la puerta.
-¿Diga?- preguntó el megáfono, con una voz soñolienta. ¿La había despertado?
-Mamá… soy Vanesa- respondí yo. Me sobresaltó el sonido de mi voz. Sonaba con un matiz de dolor, también lo noté como si hubiese estado mucho tiempo sin emplear la voz, como si la hubiese tenido comprimida durante mucho tiempo.
Era una voz estúpida y ridícula, que lo único que conseguiría es preocupar a mi madre.
-¡Hija!- no me había abierto, no, sentí su grito, estaba bajando para recibirme ella misma -¿No se suponía que llegabas a las nueve de la noche?
Me volví a quedar en blanco. Y de nuevo volví a sentir esa punzada en el corazón.
En cuanto mi madre abrió la puerta del portal para encararse conmigo, se llevó las manos a la boca, y una expresión de horror surcó su rostro. No entendí el por qué de esa expresión, por lo menos hasta que decidí mirarme a mí misma.
Tenía el vestido completamente desgarrado, iba descalza. Eso explicaba por qué tenía tanto frío. Tenía también marcas por todos los brazos, marcas de…
Otra vez esa punzada. Mi corazón no me permitía acercarme a lo que había ocurrido, lo sabía. Si lo recordaba, lo que acabaría desgarrado sería algo más que mi elegante vestido negro.
-Vanesa…- se había quedado sin habla. Y yo sentí un nudo en la garganta.
¿Por qué demonios no había pasado antes por mi piso? ¿Por qué había tenido que ir a casa de mi madre en aquéllas condiciones?
Sentí vergüenza de mí misma, y sentí las lágrimas apoderarse de mí.
El dolor de mi madre me dolía mucho más que el mío propio, supe que no era nada fácil verme así, en aquellas condiciones, con la única certeza que una madre podía tener al ver a su hija de ese modo. Y el hecho de que yo empezase a llorar no arreglaba nada.
Me habían violado, y ella lo sabía.

Cuando abrí los ojos y la luz del sol me empañó la vista. Tardé unos segundos en poder agudizar mis sentidos y en poder despertarme correctamente. Me sentía cansada, pero no me dolía la cabeza. Sentía como si todo mi cuerpo estuviese siendo absorbido por las sábanas.
Hacía calor.
Me puse en pie y me fui al baño a lavarme la cara, para despejarme un poco. Para mi sorpresa, no sentí el agua tan fría como de costumbre, más bien tibia.
Me quedé unos minutos mirando el rostro que me miraba a través de aquél espejo. Un rostro soñoliento, ojeroso, con los ojos hinchados y enrojecidos, un rostro que detonaba un dolor visiblemente insoportable.
La chica estaba pálida, normalmente, su rostro solía tener unas mejillas rosadas y bonitas, pero las sentí blancas como la cera, huesudas, decaídas, unas mejillas que poco tenían que ver con las que el espejo había reflejado tantas veces antes. El pelo, que normalmente tenía un tono rojizo, se veía desgastado, no era el hermoso pelo que había tenido siempre.
Yo tampoco era la misma, nunca más volvería a serlo.
Bajé a la cocina, donde estaba mi madre, preparando el desayuno, mi desayuno favorito, tostadas con mermelada.
-¿Quieres, hija?- me ofreció muy amablemente. Su fingida tranquilidad no le servía de mucho, era incluso peor de lo que habría sido un interrogatorio. Eso solo demostraba que ella se sentía tan mal que no quería hacerme pasar un mal rato.
Pero no pasaba un mal rato. Solo me sentía desquiciada y hastiada.
-Si, claro, mama- le seguí la corriente solo para no ofenderla, le solté una sonrisa que… dudo que tuviera el efecto que yo deseaba.
-Estás pálida, nena- me dijo.
-Supongo, el invierno fue largo- le respondí, tratando de evitar el tema.
Nos quedamos en silencio mientras desayunábamos. Las tostadas me supieron raras, no estaban tan buenas como de costumbre. La dulce mermelada la sentí agria, no tenía el maravilloso efecto dulzón que solían tener con mi lengua, el pan no me gustó, lo noté soso. No sé como describirlo, solo sé que no me gustaban. Tampoco me gustó el café que estaba acostumbrada a beber, por mucha azúcar que me hubiese puesto, seguía siendo amargo. Para intentar quitarme el mal sabor de boca me bebí un vaso de agua. Dos, tres.
Pero ni siquiera el agua era capaz de satisfacerme.
-¿Te encuentras bien hija?- me preguntó mi madre, mucho más preocupada de lo normal.
-Sí, solo tenía un poco de sed…- respondí, aunque no estaba del todo segura.
Nos quedamos mirando unos instantes.
-Me voy a mi casa a cambiarme, tengo que incorporarme al trabajo cuanto antes- solté, dirigiéndome al pasillo, para ir a mi habitación y vestirme.
-¿Vas a ir a trabajar?- preguntó ella, siguiéndome.
-Claro, no puedo perder más tiempo- le respondí, al final, íbamos a acabar hablando de ello. No había sabido hasta ese punto cuanto odiaba acercarme al tema. Sobretodo, porque cada vez que intentaba recordar algo sentía fuertes punzadas en el corazón.
-Vanesa, tenemos que hablar.
Y unos minutos de silencio. Un silencio incómodo para las dos, lo sabía perfectamente. Yo intentaba mantenerme ocupada en el ropero de mi habitación. Hace pocos meses yo vivía allí, con ella, hasta que Tom y yo decidimos formalizar, por tanto, yo quise independizarme y me busqué un piso para mí sola, no quería molestar a mi madre con las morbosas visitas de mi novio por las noches, ni con nuestras cosas…
Volví a sentir esa punzada.
A pesar de ello, mi madre siempre me había dicho que esa seguía siendo mi casa, y tenía parte de mi vestuario en aquél ropero, de la cual seguiría siendo mi habitación siempre.
-Vanesa… ¿qué pasó?- ya había pasado ese rollo de tratar de mantenerme alejada del dolor. Ahora habíamos pasado a la fase de sinceridad.
-Mamá…
-Vanesa, por favor, sabes que sé lo que te pasó pero… ¿quién? ¿Cómo?- esas eran precisamente las preguntas que no podía contestarle, por mucho que anhelase poder hacerlo.
Sentí como las lágrimas surcaron mi rostro, volviendo a producirme esa sensación de desgarro, de desear que me tragase la tierra. Era un dolor inquietante e insoportable.
Mi madre se acercó a mí y me abrazó. Sentí su pulso acelerado, ella estaba haciendo un gran esfuerzo para no llorar también. Estaba intentando ser fuerte, ambas lo necesitábamos, necesitábamos hablar, poder analizar la situación y tomar una decisión. Traté de calmarme, de aguantar mis sonoros sollozos, para poder vocalizar bien. Nos sentamos en la cama, mi madre me miraba con una expresión tierna, esos ojos azules penetraban completamente en mí, controlándome, consiguiendo calmarme. Ella era la única que tenía ese poder sobre mí, era mi madre, por tanto, era la persona que mejor me conocía. Y siempre habíamos compartido todos nuestros secretos, ella era también mi mejor amiga.
Mejor amiga.
En es momento, recordé algo. Una escena… ¿yo discutiendo con Tom? Sí, probablemente pero ¿por qué?
La respuesta llegó casi al instante, con otro fuerte dolor en el corazón, estrujándomelo, dejándome débil, tan débil como una mísera polilla.
Tom me había engañado con mi mejor amiga, por eso yo había corrido sin rumbo por las calles de la ciudad, de noche, recuerdo que hacía frío. ¿Frío en verano? Quizás se debiera a que estuviera lloviendo, no sé, no lo recordaba con exactitud.
-¿Vanesa?- mi madre me sacó de mi ensoñación, estaba preocupada.
-Mamá… no recuerdo nada, solo que me desperté en un callejón…- le estaba mintiendo, en parte, pero no quería contarle nada hasta estar segura…
También recordaba haber estado en una especie de bar, o un pub… a un chico hermoso… pero nada más.
-Tom- afirmó mi madre, no lo preguntaba, insinuaba que mi novio… ex novio estaba metido en todo. Lo leía en la expresión de sus ojos, en su mirada…
Y no se equivocaba, él había sido el motivo de todo, pero no el culpable.
-No, mamá, en serio, no recuerdo nada, no estoy segura de que me hayan violado- intentaba usar un tono calmado, sin morderme la lengua, aguantándome las lágrimas- está bien, no iré a trabajar, pero necesito ir a mi piso a ducharme y a relajarme un rato ¿de acuerdo?
Eso había sido, sin duda alguna, un golpe bajo. Ella se lo tomaría como si a su lado no pudiese relajarme lo suficiente, y me dejaría ir. En realidad la necesitaba, la necesitaba y mucho, pero necesitaba con más ansias descubrir lo que me había pasado.
Y solo había un sitio donde conseguiría recordar.
No me dijo nada, se dedicó a escogerme un chándal, si iba a ducharme, no me hacía falta arreglarme.

Una vez en mi pequeño departamento, la agonía vino a mí, y no era para menos. Yo amaba a Tom más que a nada en el mundo, y no quería dejarle, quería verle y besarle, abrazarle, estar con él aunque fuera solo una vez más. Pero eso sería fallarle a mi orgullo, algo que no me podía permitir, aunque me doliese aún más. Posiblemente… todo tenía una explicación… quizás él no me había engañado, quizás yo lo había mal interpretado todo, ¿qué había sido exactamente lo que yo había visto? ¿A ella en su cama y a él semidesnudo? ¿Los había visto a los dos besándose, o teniendo relaciones?
No.
No había visto exactamente nada, pero la evidencia era casi absoluta, no tenía ninguna explicación la escena que había visto, y menos cuando yo sabía perfectamente que él y Natalia, mi mejor amiga, se habían llevado mal siempre, puede que incluso se odiasen, aunque yo nunca comprendí el por qué. Algo había pasado que no me querían contar, de eso estaba segura y lo había estado siempre. Pero nunca insistí demasiado en el tema, con ninguno de los dos. Ambos me decían que simplemente no se soportaban y ya, aunque yo tenía mis dudas. Además, casi nunca mezclaba a Tom entre mis amigas, siempre estaba con ambos a parte, pero pasaba mucho más tiempo con él que con ellas.
Y en ese momento me embargó un fuerte deseo de tenerlo cerca, de estar con él, era el deseo que siempre experimentaba cuando llevaba varias horas sin verle, aunque ahora estaba multiplicado. Necesitaba tanto estar con Tom que incluso me mareaba. Todo en mi pequeño departamento me parecía una porquería, incluso el cómodo sofá que él me compró cuando me mudé aquí, como regalo. Él siempre estaba muy pendiente de mi, y por ello no me costaba nada creer que me quería.
Pero aquello era mentira. Él no me quería, de ser así, no me habría traicionado.

Me metí en la ducha, dejando que el agua caliente derramase por mi piel, acariciándome suavemente, no conseguía relajarme ni con eso. Tenía sed, de repente, sentía unas ganas irrefrenables de beber, tanto, que bebí del agua de la ducha. Estaba caliente, para mi sorpresa, me gustó, bueno, me gustó que estuviese caliente, pero el sabor del agua no me saciaba del todo. La sentí sosa, no sé, no era exactamente lo que yo estaba buscando.
¿Quizás necesitaba beber alcohol?
No podía ser, la noche anterior me había emborrachado, claro, y había sido mi primera vez, de ahí el dolor de cabeza al cual no le prestaba atención debido a que no me dolía tanto como mis propios pensamientos pero…
¿De verdad necesitaba alcohol?
No puede ser que con una sola noche de borrachera ya me hubiese convertido en una alcohólica… no, no podía ser, era completamente imposible. Por lo menos, eso era lo que yo esperaba, que no fuera así. Nunca había tenido problemas suficientes como para tener que recurrir a la bebida ni a las drogas, incluso el divorcio de mis padres lo había llevado bastante bien, no me molestaba demasiado siempre y cuando ellos fuesen más felices de esa forma. Ni siquiera ahora, que sentía que ya nada tenía sentido, quería recurrir a ello, no necesitaba atar mi vida a ese mundo, del que yo sabía perfectamente que no me beneficiaría en nada y del cual había oído tantos casos. Yo siempre había sido una muchacha muy sana, y me quería tal y como era. No quería pasarlo mal, no quería sufrir… Siempre lo había visto todo de color de rosa, todo maravilloso, nunca había necesitado tanto llorar, echarme a llorar a lágrima viva, nunca había sentido el corazón tan desgarrado y exprimido. Nunca me había dolido tanto. Y sabía perfectamente que solo se curaría teniéndole a él cerca, a mi lado. Necesitaba verle, quería amarle, no podía odiarle. No me importaba nada más que él, incluso el sentimiento que me recorría al pensar en que me habían violado… incluso eso parecía más insignificante al lado de la pena de perder a Tom.
Iría a verle, sí, y le pediría una explicación, le preguntaría si de verdad me quería, si de verdad quería estar conmigo. Y de ser así… de ser así…
Salí de la ducha, toda empapada, me sequé con la toalla y luego me envolví mi cuerpo con ella, lo mismo hice con mi pelo. Me dirigí a mi habitación, el pequeño cuarto… en el cual había pasado tantas noches con él…
Pero nunca habíamos llegado a tener relaciones. Yo aún debía ser virgen, si no hubiese salido corriendo a noche anterior. Él siempre me había prometido que me esperaría, hasta que yo estuviese lista. Posiblemente eso era lo que me había separado de él, posiblemente Tom había buscado en Natalia lo que no tenía conmigo. Lo que yo no le había dado en cinco años de relación. Ese pensamiento me hizo sentir aún más estúpida que de costumbre.
¿Cómo me había permitido a mí misma no corresponderle? ¿Y si eso era exactamente lo que él necesitaba? ¿Cómo había podido ser tan egoísta como para, después de todo lo que él había hecho por mí y me había dado, negarle su más anhelado deseo? ¿Era todo eso cierto?
No lo sabía, pero era la explicación que tenía más sentido. Tom me había amado, y yo a él. Siempre me daba todo lo que yo quería, siempre acudía cuando le llamaba, como un perrito faldero, sin importar lo que estuviese haciendo en ese momento, por mucho que fuese algo importante, lo dejaba por mí. Y yo no había hecho nunca nada por él. No había hecho más que amarle como a nadie.

Estuve casi todo el día metida en mi casa, solo salí para ir al supermercado a comprar un poco de comida, ya que tenía la nevera bacía debido a mi ausencia. Me hice de comer, y comí. Luego estuve casi toda la tarde viendo la tele, sin verla realmente. Seguía con la cabeza sumida en mis pensamientos y ensueños, luchando conmigo misma, con la duda de si llamarle o no llamarle. Intentando controlar mis lágrimas, sin relajarme un segundo. También me había pasado toda la tarde bebiendo agua, tenía sed a cada rato, y no parecía dispuesta a dejarme estar. La última vez que fui a la cocina a buscar otro vaso, me pasó algo extraño. Apreté con tal fuerza el vaso que este se rompió, dejándome un leve corte en el dedo. Me llevé la herida a la boca, para tratar de parar la hemorragia y… el sabor de mi sangre me pareció dulzón. Tanto que incluso empecé a absorber parte de ella con la boca. Paré. Eso no iba a parar la hemorragia, solo conseguiría desangrarme. Me dirigí al cuarto de baño y busqué una tirita en los cajones. La encontré y me envolví la herida con ella. Luego recogí los trozos de cristal tirados en el suelo con la escoba, para evitar otro corte, a veces era tan torpe que incluso sería capaz de tropezar cinco veces con la misma piedra. Y otras veces era demasiado precavida.
Me volví a sentar en el sofá, con el móvil en las manos. Empecé a mirar las fotos que tenía, casi todas eran de Tom y de mí. Juntos, abrazados o haciendo cualquier ñoñería. Me quedé contemplando una en especial, me atrajo mucho en aquél momento. Era de él, después de salir del gimnasio, en el coche, era verano, por tanto, hacía demasiado calor y se había quitado la camiseta. Yo le saqué una foto en aquél preciso momento. Al recordarle, me entraron unos calores sofocantes casi sin avisar. Los botones de los senos se me endurecieron de golpe… sentí unos leves cosquilleos en la parte íntima… solo veía la foto, recordaba su olor, ese olor a sudor suyo tan dulzón…
Y sonó el móvil.
Era un número oculto, así que no lo cogí. Nunca los atendía, no me daban buena espina. Así que no hice más que dejar el móvil en la mesa. Me iba a volver loca, loca de remate. Pero el móvil se resistía a quedarse donde estaba, me pedía a grito vivo que lo cogiese y marcase su número, el número de Tom.
No me resistí.
-Vanesa…- dijo su voz al otro lado del teléfono.
-Quiero hablar contigo- le respondí, fríamente -¿dónde estás?
-Donde siempre, Vanesa… yo…- pero le colgué al instante.
Dónde siempre, eso significaba que debía estar en la playa, eran casi las nueve de la noche, a estas horas, siendo verano, estaba anocheciendo. Y a Tom le encantaba nadar de noche, de hecho, iba casi cada día. No sabía exactamente por qué, pero me puse el bikini debajo de mis leves ropajes. No me gustaba bañarme a esas horas, de hecho, ni siquiera me gustaba demasiado el agua de la playa, pero aún así…
-¡Ah!- solté un grito en cuanto la goma del bikini me tocó el hombro, me había quemado… ¿cómo podía ser eso? A penas me había expuesto al sol, estábamos a principios de verano, y aún no había ido ni a la playa ni a la piscina… además, justo hoy se empezaba a notar el clima veraniego, ya que llevaban barias semanas lloviendo. ¿Cómo podía ser que me hubiese quemado, además, si solo había salido a comprar al supermercado? Porque esa mañana no había notado la quemazos, entonces, debió de ser en ese momento. Pero no tenía ningún sentido, además, mi piel solía soportar bastante bien los rayos del sol. En fin, ignoré el hecho, ya que tenía problemas más importantes que resolver en esos momentos.

Una vez en la playa, me encontré con él, iba solamente con el bañador puesto, por tanto, estaba semidesnudo, y, al están empapado y ser de fina costura, se le marcaba todo. Volví a sentir esos calores sofocantes que había sentido al ver su foto. Estaba tan atractivo… tan orgásmico…
-Vanesa, me alegra mucho que hayas decidido hablar conmigo- dijo, en cuanto me vio. No le miré a la cara, estaba demasiado ocupada admirando su espectacular físico. Era musculoso, tenía un rostro redondo, con facciones aniñadas, ojos pequeños y negros. Llevaba rastas, pero no me interesaba en ese momento. Solo me interesaba el efecto del agua salada en su piel, lo sensual que eso me resultaba. Y su pelo empapado y derramando el agua en su pecho y espalda…
-¿Vanesa?- le miré a la cara por primera vez, sintiendo pesar, no quería apartar los ojos de su hermoso cuerpo, tenía una expresión rebelde en su rostro -¿Qué estás mirando? ¿Te traigo una bandejita para las babas?
-¿De qué vas?- le exigí.
-No sé… no me estabas mirando a la cara precisamente, y además, estabas como embobada, con la boca abierta… ¿estás bien?- había vuelto a desviar el rostro, pero esta vez hacia el bañador…
No sé que me estaba pasando, yo nunca había sido así.
-Tom…- me acerqué a él, y no lo pude evitar. Le besé. Sentí su cálido aliento como la cosa más sabrosa que había probado en mi vida, tenía un sabor diferente al de siempre, como más jugoso. Me abracé con fuerza a su cuerpo, saboreando su lengua con excitación, me gustaba, y mucho. Sentí como él también se excitaba, pero trató de zafarse de mis besos, de mis labios. Le dejé hacerlo un instante.
-¿Qué te pasa…?- al hablar, dejó caer su aliento sobre mí, lo que me obligó a besarle de nuevo.
-Te necesito, necesito esto, por favor, no preguntes, solo déjame- le dije, entre besos y lametones. Saboreé con gusto su húmeda piel de su rostro. Poco a poco bajé hasta su garganta… sentí su pulso latiendo a presión. Al final, él tomó las riendas también, ya que me tumbó en la arena y se posó encima de mí. Yo fui acariciando su espalda mientras nuestros torsos se frotaban excitadamente. Con mi mano derecha le acaricié el trasero, y empecé a quitarle el bañador.
-Más… por favor… Tom… sabes lo que quiero- ya estaba jadeando, él estaba en erección, y también anhelaba esto. Lo necesitaba, su cuerpo se lo pedía a gritos, al igual que el mío.
Sentí un fuerte dolor en la parte íntima, que pronto fue sustituido por in insuperable placer…
Un placer que cada vez me satisfacía menos.
-¡Más rápido!- le grité.
Él empezaba a sudar, jadeaba también, pero me obedeció. Mi cuerpo me pedía más y más, con cada segundo que pasaba, me excitaba cada vez más.
Con la lengua saboreé su oreja, era insaciable. Mientras ambos jadeábamos, empecé a acariciarle la nuca con la mano, y sentí su pulso latir, eso me excitó aún más. Posé mi lengua en su garganta, saboreándola con todas mis fuerzas, sentía su pulso con más intensidad, y me excitaba tanto, que no parecía suficiente, la lengua se quedaba corta…
Le di un leve mordisco.
-Más Tom… ¡Más!- él jadeaba, creo que ya le había llegado el orgasmo, puede que le hubiese llegado hace rato, pero yo le exigía más, no terminaba de saciarme… y le volví a dar otro mordisco. Creo que esta vez me pasé, porque él metió un grito, pero no le dejé parar. También le había hecho sangre y… la sentí en mi lengua. Su sangre me excitaba todavía más. De hecho, empecé a beberla, a absorberla, y por mucho que me gustase, no terminaba de saciarme del todo. Quería más y más. Y todavía más.
No hice caso de sus gritos, simplemente le exigí que no parase y…
Su pulso cesó. Su cuerpo se quedó quieto.

Continuará...

Primeros GIFs de Eterna Adicción

Bueno, pués dejo aquí los primeros GIFs de Eterna Adicción, creados por nuestra amiga Kool Cat.

Eterna Adicción, para descargar click aquí.
Selene, para descargar click aquí.
Hanzi, para descargar click aquí.
Eterna Adicción 2, para descargar click aquí.

¡¡¡GRACIAS KOOL!!!

viernes, 27 de marzo de 2009

¡¡¡EXCLUSIVA!!! ¡¡¡Trailer Oficial de Eterna Adicción!!!

Aquí os dejamos con el primer trailer original de Eterna Adicción. Esperamos que lo disfrutéis y que os guste:

martes, 17 de marzo de 2009

LOGO DEFINITIVO

Bueno, después de tantas pruebas y tantos diseños entre los que elegir, hemos decidido hacer un mezcla de la temática principal de la portada, los dragones, y el diseño que hizo Carlos-Cullen.Ya que la imagen de los dragones es fundamental y describe TODA la historia de Vanesa, así que al final el logo definitivo es ete:



De nuevo le damos las gracias a Carlos-Cullen por su participación, el diseño que él hizo irá incluido en la galería oficial del fic en cuanto esté lista.

Nuevo Logo

Bueno0o0oo0o0oo pues Carlos-Cullen de Just-Cullen a hecho un logo para el blog, aquí os lo dejo:







MUCHAS GRACIAS CARLOS-CULLEN!!!!!!!!!

lunes, 16 de marzo de 2009

CAPÍTULO 1: El pub

No recuerdo demasiado bien todo aquello que pasó, durante los próximos días me había obligado a mí misma a no pensar en ello, además yo estaba en estado de shock.
Ella se había ido nada más verme entrar, y él se había quedado ahí, pálido, con una expresión de sorpresa…
No sabía ni siquiera si deseaba saber lo que ocurría.
-¿Cómo has podido hacerme esto?- no podía creerlo.
Se había quedado completamente rígido, como una estatua, abrió la boca para articular alguna palabra, pero la volvió a cerrar. La volvió a abrir, y habló como si tuviese la garganta seca, o más bien, como si hiciese días que no hubiese utilizado la voz:
-Oye, Vane, puedo explicártelo todo, yo…
-¡¿Pero qué me vas a explicar?!- estaba alterada, nerviosa, dolida. Las lágrimas me humedecían el rostro, no podía reprimirlas mas, no mientras le tuviera delante.
-Por favor, estaba borracho y…
-¡¿Y eso justifica que te acuestes con mi mejor amiga?!- empecé a jadear, me costaba respirar, estaba demasiado nerviosa, necesitaba salir, salir de allí, si no… no sabía lo que sería capaz de hacer.
Aún necesitaba asimilar la situación, y necesitaba sobretodo pensar con la cabeza fría.
-Escúchame por favor…- en sus ojos vi el dolor reflejado. Tom era un excelente actor, siempre lo había sido.
Pero esta vez no iba a conseguir engañarme.
-No quiero escucharte- intenté controlar mi voz, no sé si lo logré de veras, por lo menos, conseguía mantener un tono no tan alto como antes –esto se acabó, para siempre.
Esas palabras me apuñalaron en mi pecho, produciéndome un inquebrantable dolor.
-Vane, por favor, escúchame, necesito explicártelo- se me acercó y me agarró los brazos, sentí su aliento sobre mi rostro, noté como sus manos temblaban, como su respiración se alteraba. Cuan fácil sería escucharle, escucharle, perdonarle y volver a empezar.
Pero también estaba mi orgullo, el cual no parecía dispuesto a ceder.
-Ya no quiero estar contigo- me desprendí de sus manos, me alejé de él, para evitar cualquier tentación, la adicción a su olor y su calor aún era demasiado grande, indestructible, mi orgullo no podía luchar contra eso.
-Por favor- sus ojos se humedecieron.
Eso me dolió aún más, no pude más que agachar la cabeza y soltar un puñetazo en su dirección, creo que acerté en la nariz, y me dolió la muñeca, debido a la presión del golpe.
No dije nada más, salí corriendo.
Cerré la puerta de un portazo, y luego no sé adonde me dirigí, solo sé que corría y corría, mientras mi mente estaba muy lejos de allí.
Recuerdo el día que nos conocimos, yo tenía dieciséis años, trabajaba en una panadería de lunes a viernes por las mañanas, en verano. Siempre me había gustado ese trabajo, yo era muy sociable y me solía llevar bien con la gente. Y un día, cuando yo iba saliendo del trabajo, un chico me atracó. Ese día hacía mucho calor, posiblemente uno de los más calurosos, y era mediodía, así que no había prácticamente nadie en la calle, nadie, para ser exactos. En fin, yo estaba aterrada, no era más que una niña, y nunca antes me habían atracado.
Pero en ese momento llegó Tom, no consiguió alcanzar al ladrón, pero me acompañó a mi casa.
Después de eso, empezamos a quedar, nos hicimos amigos…

Me paré, era de noche, las lágrimas se me derramaban, las sentía como si fuesen ácido, me dolían más que mi propia pena. La garganta me quemaba, había gritado mucho delante de Tom. Llovía, hacía frío. No me fijé realmente donde estaba, así que empecé a caminar sin rumbo.
A caminar, y no a correr.
Me quería morir, sentía ansiedad. Mientras fui vagando por las calles encharcadas. De vez en cuando un coche pasaba cerca de la acera y me salpicaba todo el vestido. Mi vestido, el más elegante que tenía, me lo había puesto para darle una sorpresa a Tom, yo acababa de llegar de mis vacaciones, había pasado un mes con mi padre. Él y mi madre hacía a penas un año que se separaron.
En fin, Tom pensaba que llegaría la semana entrante, así lo había planeado yo, para darle una sorpresa. Pero la sorpresa me la había dado él a mí.

Cuando me di cuenta me encontraba dentro de un pub, no había demasiada gente, y la que había era realmente rara. El pub tenía un pequeño escenario, en el que un chico rubio cantaba, en inglés. El chico era hermoso, con unos ojos azules de aquellos en los que te puedes perder, cantaba una balada en ese momento. El camarero de la barra era un hombre mayor, pero no por ello feo, de hecho, tenía un atractivo especial, las arrugas que se le formaban alrededor de los ojos quedaban disimuladas bajo esas gafas cuadradas tan elegantes. Tenía unas notables ojeras, seguramente era un pub nocturno, vaya. Había gente bailando cerca del escenario. Chicos, chicas, hombres, mujeres… la mayoría parecían borrachos.
Me senté en la barra.
-¿Qué puedo hacer por ti, hermosura?- el camarero se me había acercado, tenía los ojos de un color extraño, el pub estaba casi a oscuras, las únicas luces que se veían eran las de los focos del escenario, de un tono rojizo, el cual no contrastaba en nada con el tono de los ojos de aquél hombre mayor que tenía delante.
-Una cerveza- no dije ni por favor, y… ¿había pedido una cerveza en serio? ¿Desde cuándo yo bebía alcohol?
Supongo que esta noche habían cambiado demasiadas cosas, y casi sin darme cuenta.
-¿Te han dado plantón, preciosa?- me preguntó el señor, con una sonrisa de oreja a oreja.
-Eso no es de su incumbencia, dedíquese a servirme- le solté de mala gana, no tenía tomado por costumbre el ser mal educada, pero esa noche no me apetecía guardar las formas.
-Claro que sí, para lo que usted quiera- el tono en el que lo dijo parecía tener un doble sentido, no entendí el por qué, ya que yo no me veía guapa en absoluto.
Me sirvió una jarra de cerveza.
Bebí un sorbo y…
¡Puaj!
Estaba asquerosa, pero traté de comportarme con normalidad, como si me gustase, el hombre aún me seguía mirando.
-Perdone… ¿no tiene nada mejor que hacer?- le insté.
-La verdad, no, no todos los días vienen damas tan hermosas a mi mediocre bar ¿sabe?- me soltó, con aquella misma tonalidad en la voz que antes, con aquél mismo matiz de…
No quería ni pensarlo.
-Pues lárguese, quiero estar sola- ese hombre me ponía enferma, me miraba de un modo muy extraño, inquietante.
-Está bien señorita, que luego digan que aquí se tratan mal a los clientes- otra vez ese tono.
Pero se dirigió hacia la otra punta de la barra, y se dedicó a mirar como cantaba el chico.
Yo, mientras, seguí bebiendo aquella asquerosa jarra en la que posaba eso que a todos los hombres les gustaba, esa bebida que ahora me daba cuenta de lo repugnante que era, tan repugnante que me permitía a mí misma mirarla con cara de asco, como si no mereciese existir, era incluso mas repugnante de lo que me sentía yo en ese momento.
Comprendí también por qué la gente solía desahogarse con aquella bebida.
Cuando me la acabé, hice señas al camarero para que viniese, él cedió y vino a mi encuentro.
-¿Si, preciosa?- me preguntó en un tono amable, o eso me pareció, creo.
¿Ya estaba borracha?
Joder, qué poco aguante.
-Otra- y le alcancé la jarra.
-No parece ser una bebedora compulsiva, no debería tentar su suerte- me dijo, en tono de sermón.
-Y tú quién te crees que eres ¿mi padre?- si, el alcohol me estaba haciendo efecto, y todo el enfado que llevaba acumulado desde hace dos años estaba saliendo a la luz, especialmente el de desde hace unas horas -¡Te he dicho que me pongas otra! ¡Soy yo quién paga!
-En ese caso, sírvase todo lo que quiera usted misma, aquí tiene el grifo- señaló lo que parecía el grifo de la cerveza.
No estaba segura.
No es que estuviese viendo doble, pero en realidad tenía la cabeza muy lejos de allí, así que probablemente pareciera que estuviera borracha, aunque no lo estaba en absoluto.
Aún.
Me serví yo misma, como me había sugerido el camarero.
Se me derramó la mitad, me hizo gracia, así que decidí que podía reírme, ¿por qué no? La vida es una mierda, pero ahora yo estaba totalmente desconectada de mi propia vida.
El camarero se unió a mis carcajadas.
-Si quieres te doy un plano, es que si no, me arruinas, chica- dijo.
Solté otra sonora carcajada.
-Eres gracioso ¿sabes?- le dije, entre risas –al principio pensé que eras un viejo verde, pero tío, me caes bien.
Y otra carcajada.
-Un viejo verde yo ¿eh?- no pareció ofendido, es mas, parece que le agradó la expresión.
Me serví otra jarra.
Y otra, no sabía cuanto tiempo llevaba en el pub, pero el viejo me había contado un par de chistes buenísimos.
Bueno, ¿un par? Creo que mas, algunos pocos, en realidad, no estoy segura.
Pero sobretodo hice sobresaltar a todos los que estaban cerca de allí con las carcajadas que me provocó el chiste más gracioso que había escuchado en mi vida.
-Van dos y se cae el del medio- me había dicho el viejo que, por cierto, no me acordaba de su nombre.
¡A no, que no me lo había dicho!
-Oye, abuelito ¿te apuntas a bailar?- le dije, supuse que le encantaría la idea, y, además, tenía el ritmo de las canciones que ahora estaba cantando el hermoso rubiales metido dentro, ahora eran más marchosas, mis pies me pedían movimiento, y todo mi cuerpo también.
Sentía la adrenalina en la venas.
-Vaya, me halaga que una dama como tu me pida de salir a bailar- dijo, parecía hablar en serio, o eso es lo que creo –pero yo ya no tengo cuerpo para esas cosas.
Me había rechazado un viejo verde.
¡Será…!
-Él quizás no, pero yo estoy disponible.
Alguien había hablado a mi espalda, la voz sonaba… ¿inquietante? Sí, esa era la palabra correcta, una voz demasiado hermosa, angelical, el susurro de un dios, eso era lo que me había parecido.
Definitivamente, si no estaba borracha, estaba loca.
Me giré para encararme al dueño de aquel sonido celestial. No sé, recuerdo borroso ese momento, creo que primero me costó mirarle, sí eso, me costaba mirarle, y me dolía, me dolía mucho.
¿He mencionado antes la belleza del cantante del bar? Bien, pues al lado del ser que tenía ante mis ojos, dicho muchacho no era más que una simple mofeta.
Entonces ya te puedes imaginar lo horripilante que me sentía en ese momento.
Era rubio, sí rubio. Yo odiaba a los tipos rubios y pijos. De hecho era lo que mas había odiado hasta hace exactamente unas horas.
Bueno, y ese odio había sido aniquilado a penas unos segundos.
Rubio, con unos ojos, no demasiado grandes, no, si no pequeños, pequeñitos y expresivos, no era difícil perderse en ellos, no, nada en absoluto. Además tenían un color extraño, a penas distinguible con la leve luz rojiza del local. Su nariz, o dios, era una nariz completamente recta, con la punta curvada de un modo muy gracioso, de un modo demasiado elegante. Sus cejas, eran las cejas más hermosas que había visto en la vida, completamente perfectas, sin ningún pelo fuera de su sitio, completamente perfectas.
A veces creo que me repito demasiado.
El cabello, en fin, parecía oro puro, oro del bueno, oro del de verdad. Lo tenía alborotado, algunos mechones sobresalían hacia un lado o hacia otro, de un modo juguetón y rebelde, pero elegante y sexy a la vez. Su frente, bueno, completamente lisa, con una curvatura picarona, provocada por la expresión de una de sus cejas, la cual había elevado un tanto hacia arriba, dándole un matiz irresistible.
Irresistible como él mismo.
Sus labios, era lo que más me gustaba de aquél rostro celestial que tenía ante mi mediocre persona, tan lisos, finos y carnosos, tan perfectos e insaciables. Luego estaba la forma de su cara, una mandíbula no demasiado cuadrada, ni demasiado alargada, ni redonda, algo indescriptible, demasiado perfecto como para poder expresarlo con cualquier palabra cutre, cualquier palabra que pueda decir una simple muchacha inculta a la belleza. La nuez se le marcaba en aquél orgásmico cuello, tan perfecto como cualquier otra parte de su perfecto cuerpo, de todo lo que yo llegaba a ver de él.
Tenía la camisa blanca desabrochada, unas leves gotas de sudor se derramaban por aquél pecho musculoso y perfecto, aquél pecho hermoso que un simple tejido hecho por unas impuras manos humanas habían creado para impedirme aquello que mis mediocres ojos no podían pero deseaban ver. Su piel parecía realmente suave, daban ganas de tocarla, y, a la vez, la impresión de que desaparecería al mínimo contacto lo suficientemente impuro, como lo era cualquier contacto que yo pudiera ofrecerle.
Era más alto que yo, cosa que no era difícil.
Hacía calor, o si, demasiado calor. Quizás era obra de todas las cervezas que me había bebido, quizás tenía que ver con los pequeños focos rojos del escenario, teoría que descarté casi al instante, ya que eran tan pequeños y mediocres que no parecían desprender calor alguno. No.
Esos sofocantes calores provenían de la criatura que tenía en frente de mí.
Creo que me sudaban las manos, si más bien no, creo que me sudaba hasta el cerebro.
-¿Y bien?- me instó la criatura.
-¿P… perd… perdón?- tartamudeé como una idiota, como lo que era, mas bien.
-¿Bailas conmigo?
¡Es verdad!
La criatura me había preguntado que si quería bailar con él, algo que se me había ocurrido soñado en cuanto clavé mis ojos en su perfecta persona, si es que era humano.
Y yo, una mediocre muchacha, y encima borracha, aquí, plantada, sin saber que decir ante una pregunta tan sencilla cuya respuesta solo podía ser una.
Pero parecía tan absurda que incluso sentí vergüenza de mí misma.
-Creo que eso es un sí- esa voz no era el sonido proveniente del cielo, o, de lo que llega a ser lo mismo, de la criatura que tenía ante mi persona.
Era la horripilante voz del estúpido viejo verde.
¿Había dicho que me caía bien? ¡Qué estupidez!
En ese momento, sentí hastío por aquél hombre que me había distraído de mi ensueño, de mi importantísima misión de contemplar hasta saciarme de aquélla maravillosa visión.
-En ese caso…- y el ángel extendió su brazo hacia mi dirección.
No pude más que imitarle de un modo torpe y sin la gracia con la que él lo había hecho.
No recuerdo haber caminado en ese momento, solo recuerdo que flotaba frente a él, en mitad del asqueroso pub demasiado impuro para nosotros. Sí, ahora yo me sentía incluso celestial, al contacto de su fría piel, me sentía como si se me hubiese pegado algo de aquella perfección.
Por muy leve que fuera.
Ahora me di cuenta de que la humedad de su pecho no era sudor, por lo visto se le había derramado alguna bebida, de un tono rojizo, aunque cualquier cosa se vería rojiza en aquél lugar.
Dimos vueltas, de un lado a otro, ya no escuchaba la música del cantante rubio, su voz me sonaba como los gemidos de un gallo en ese momento.
Tenía mucho calor, pero por alguna extraña razón la piel del ángel estaba fría, lo cual contrarrestaba la temperatura del pub.
-¿Cómo te llamas?- me preguntó.
Se dirigía a mí, aún me costaba un poco hacerme a la idea.
-Creo que mi nombre es… Vanesa- dudé, y no porque no quisiera decirle como me habían nombrado mis padres, si no porque había estado a punto de olvidarlo de verdad. De hecho, ni siquiera recordaba qué hecho paranormal me había llevado hacia el cielo, un cielo un poco rojo, pero un cielo.
-¿Crees?- se rió, de un modo musical –Estás un tanto borracha ¿no?
-¿Borracha yo?- no sabía lo que decía en ese momento, de hecho, no sabía ni si lo decía yo misma -¿Qué es eso?
Definitivamente estaba loca.
Volvió a soltar su musical risa, o carcajada, o como se diga.
-Yo me llamo Chad, y no lo creo, lo sé- me dijo.
No pude más que reírme, pero qué leches, si no había parado de reírme desde que me había terminado la primera jarra de cerveza.
-Un nombre hermoso- pero no tanto como el dueño.
-Igual que el tuyo- me decía.
No me había dado cuenta de que teníamos que estar elevando la voz un poco, para que se nos oyera.
No era consciente de eso, por tanto, no lo había hecho, sin embargo, el ángel Chad no parecía haber tenido dificultad alguna para escucharme.
-Eres un tanto extraño ¿sabes?- le dije.
¿Por qué lo hice?
-¿Extraño en qué sentido?- me preguntó, o más bien me estaba retando.
-No sé, no pareces humano, la verdad- me daba la impresión de ser un ángel. No, no me daba la impresión, lo era.
-¿Qué te hace pensar que soy humano?- seguía retándome.
-En realidad, hace rato que he descartado esa teoría, no eres humano.
-Entonces según tu teoría ¿qué soy?- el juego seguía.
-Pues no lo sé, ni siquiera soy capaz de apreciar al cien por cien tu belleza- y yo hablaba con total comodidad. ¿Tartamudeé en algún momento? Seguramente, y de hecho, creo que me mordía la lengua sin querer.
No olvidemos que estaba borracha.
-Dímelo tú- ahora era yo la que lo retaba a él.
-Vale, te diré la verdad- acercó su cara hacia mi costado, el derecho, creo, sentí un helado aliento en mi oreja, y el dulce susurro de su voz –soy un vampiro.
Odié el momento en el que separó su rostro del mío.
-Bien, vampiro, en ese caso- eché mi pelo hacia el lado izquierdo, e incliné la cabeza hacia ese mismo costado, y me acerqué a él –te cedo mi sangre.
En ese momento vi brillar un fuerte matiz de satisfacción y adicción en sus ojos. Yo le gustaba de verdad, y deseaba que me hiciera suya, suya para siempre.
Acercó sus labios a mi cuello, y lo rozó suavemente con la lengua, saboreando mi piel, mi hedor.
-Eres insaciable- susurró no a mi, si no a mi garganta.
-¿Y no quieres probar hasta qué punto puedo saciar tu sed?- le dije tan seductoramente como pude, tan torpe como siempre. Pero pareció ser suficiente para él, que estaba realmente excitado.
Y yo no era menos.
Todo aquello había conseguido hacerme olvidar a Tom y a los motivos que me habían llevado hasta ese pub nocturno. Y no volví a recordarlo en toda la noche. De hecho, ya no volví a tener nunca más un recuerdo, por lo menos, no como humana.

Continuará...

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domingo, 15 de marzo de 2009

ETERNA ADICCIÓN




De momento, dejamos la información del libro:


TÍTULO: Eterna Adicción

AUTORES: Jonathan Naharro y Silvia Mesa

NÚMERO DE PÁGINAS: Dato no disponible.

NÚMERO DE CAPÍTULOS: Dato no disponible.

GÉNERO: Romance, drama, misterio, vampiros.

ARGUMENTO: Vanesa descubre que su novio la engaña, y esa noche ocurre algo que no logra recordar al día siguiente. ¿Un sueño? No está segura, pero poco a poco su cuerpo va cambiando, y va recordando levemente cosas de aquella noche. Se da cuenta de que hastía la comida, y que siente adicción por la sangre. Vanesa no sabe lo que le está pasando, y se ve sola, muy sola, hecha de menos a su ex novio, y no sabe a quién contarle lo que le ocurre. Además, de repente empieza a tener necesidades sexuales muy fuertes. Pero un día conoce a Hnzi Green, el chico que le dará las respuestas que tanto desea.

ESTADO: En proceso.
Iremos colgando los capítulos conforme vayamos escribiéndolos, esperamos de veras que os guste mucho.